El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez
Hay momentos y días, quizá demasiados, en que siento esto mismo con respecto a todo lo que hago y lo que voy consiguiendo:
La mujer se desesperó.
—Y mientras tanto qué comemos —preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía—. Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder.
— Mierda.
/gemlog/