Un momento de descanso, de Antonio Orejudo


Al advertir que la estudiante estaba dormida, Cifuentes dejó de hablar. Como buen profesor, era un actor excelente y dominaba como nadie el arte de los silencios. Nuestro maestro, Augusto Desmoines, nos había enseñado que las clases tenían un componente teatral del 80 por ciento. Una clase magistral no debía basarse tanto en la transmisión de información o conocimiento cuanto en el deslumbramiento del público. Para aprender ya estaban los libros. Una buena clase debía ser ante todo un buen espectáculo.


Este extracto es de "Un momento de descanso", de Antonio Orejudo. Lo leí porque me interesé por la novela de campus. También leí de él la de "Ventajas de viajar en tren": tremenda.



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